Daniel Joglar nació en Mar del Plata y fue la Beca Kuitca quien lo trajo a Buenos Aires a fines de la década de los noventa. Desde entonces ha trabajado y exhibido con la misma intensidad ahondando en la construcción de rigurosas composiciones.
En los textos sobre sus obras y en los artículos sobre sus exhibiciones, se repiten algunas ideas: trabajo meticuloso, artista intuitivo, levedad, equilibrio y balance.
En primera persona, se reconoce respetuoso de sus tiempos y sus intenciones, respondiendo con el mismo compromiso y dedicación ante una muestra colectiva como cuando emprende un proyecto individual.
Tal es el caso de Pensar en Abstracto, donde Rodrigo Alonso le propuso realizar un site specific -a partir de la idea de los móviles- en el balcón que atraviesa los pisos del MACBA.
La idea de los móviles comenzó a desarrollarla en el año 2005 y lejos de sentirse incómodo ante el requerimiento curatorial para retomarlo, encuentra que el espacio de exhibición le propone nuevos desafíos. En ese volver a andar los mismos caminos, deja la pretensión sobre la originalidad y sin ansiedades se permite mirar de otra manera sus trabajos.
Las muestras individuales han sido siempre puntos de inflexión para su producción. Podemos citar el caso de las placas en yeso presentadas en Si dijiste, algo no se oyó, la muestra que tuvo lugar en la Galería Ruth Benzacar en marzo de este año. Allí Joglar exhibió estas piezas de color blanco semi mate -propio del material-, las cuales podrían ser considerados calcos por no tratarse de una pieza nueva. La fuente de inspiración fueron elementos de uso cotidiano, como son las tapas de los tupper o el escurridor de cubiertos. La geometría y abstracción que encontró en dichos objetos, despertaron en él muchas preguntas, las cuales seguramente serán respondidas en futuros procesos creativos.
Joglar impresiona como solitario, aunque reconoce haber participado de residencias de artistas en New York y Dallas que le permitieron conocer colegas, curadores y galeristas poseedores de miradas que abrieron su trabajo. De hecho, hay artistas y curadores locales a quienes invita a su estudio en busca de la mirada que al otro le devuelve cada trabajo.
El poder disfrutar plenamente del trabajo en el taller, lo atribuye al momento de la vida que está transitando. Ha encontrado en sus clases, en los talleres y en los trabajos que realizó como asistente y montajista, la libertad de creación que consolida en su obra.
En ocasiones, acepta la invitación y participa como curador en las exhibiciones. Recientemente y partir de la convocatoria de Panal 361 curó Satélites de satélites, donde acompañó en el proceso de selección de obras, su instalación en el espacio y la elección del título. En este punto pudo plasmar la relación de las piezas en el montaje. La idea de satélite, como objeto que orbita alrededor de otro, es precisamente lo que las obras de Nepheli Barbas y Juan Gugger, tangencialmente hacen entre ellas.
Joglar brinda definiciones que lo muestran tan auténtico en el discurso como en su obra. Toma riesgos, entendiendo los códigos de las prácticas contemporáneas, pero se resguarda en el proceso de producción. Como consecuencia de ello, en forma cíclica saca a la luz las obras con las que nos interpela.
Reconoce en el público un observador, a quien le demanda un tiempo más pausado para aproximarse a sus instalaciones. A veces, percibe que “algo no previsto por él” sucede en el contacto entre la obra y el observador. Se trata de algo fugaz, muy parecido a un acto de magia.
Aceptar la invitación a la reflexión que nos propone a través de sus obras, es un desafío al modo contemporáneo de mirar, ya que no hay lugar posible para la prisa en la contemplación. Al igual que Hélio Oiticica, uno de sus referentes, Joglar se propone encontrar el poder creativo latente en cada espectador.