Elizabeth Wayland Barber escribió, un brillante análisis histórico que pone en perspectiva el rol laboral de la mujer en la sociedad desde lo textil. Su interés en probar este específico vínculo entre las mujeres, su invisibilización en la producción y el textil en sí mismo, tuvo origen en la respuesta que recibió -por parte de los arqueólogos- quienes desestimaron la posibilidad de que su teoría fuese comprobable.
Reuniendo ejemplos e imágenes de representaciones milenarias -desde Egipto hasta China y expandiéndose en todas las direcciones posibles- hiló la historia que siempre estuvo allí a la vista y frente a nosotros relatada a través del arte.
Gabriela Soria construye imágenes desde lo textil, donde las formas y los colores evocan lo identitario. El verde del monte, el amarillo del sol, el rojo de la cochinilla. Matices y urdimbres unidos por vellones dibujan y pintan texturas que traducen un sentimiento de vinculación con el lugar de origen: Santiago del Estero, como punto de partida y de regreso.
En sus cuadernos pude observar notas que atesoran imágenes, materiales, paisajes, obras, sentimientos y reflexiones que luego se traducen en obras. También en sus notas están registrados los viajes y lo que aprende de mujeres tejedoras, como por ejemplo la coloración con tintes naturales del lugar. Y es allí donde entonces todo toma sentido: sus vellones son como las flores del quimil que se abren al cielo en pétalos naranjas y centros de amarillos intensos. También se hacen líneas y formas que continúan hilando historias. Historias de un lugar donde cada vellón remite a una crianza y a su territorio. Historias como las reunidas por Wayland Barber que se transmiten de generación en generación y que solo esperan ser contadas. Historias que se convierten en imágenes universales con el color local.
Cecilia Medina
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