"Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete
Que la libertad sea nuestra propia sustancia”
Simone de Beauvoir
Hildegard von Bingen fue una polifacética mujer del medioevo y lógicamente para poder serlo sin caer en la hoguera, desarrolló sus actividades en el marco de la Iglesia. Conocida como abadesa, líder monacal, mística, médica, compositora y poeta, había sido entregada por sus padres a dicha institución al cumplir los ocho años. Pero fue tiempo después cuando ocurrió el hecho que ligaría su vida indefectiblemente a la fe católica. En su poema Patmos, lo expresó de este modo: “una llama blanca descendió del cielo abierto y sacudió todas mis vísceras: fui tocada por la santa divinidad. El eterno resplandor me dijo: habla y escribe lo que ves y escuchas”. Y así lo hizo, hasta su muerte en septiembre de 1179.
En Historia de una mujer -novela destacada en el mundo literario del año 1954- la protagonista describe sus sensaciones como un “...fulgor y brillo capaces de iluminar la oscuridad más densa…”. Vicki Baum, su autora, utiliza esas palabras para dimensionar lo que la impotencia producía en el pequeño cuerpo de esa mujer que debía aceptar con los dientes apretados ciertos favores que aborrecía en pos de avanzar en su vida.
Más cerca de nuestros días, Aurora Venturini, la multipremiada autora cuya novela consagratoria llegaría cerca del final de su vida expresa en Las Primas que “...Todas las fatigas y penas de mi vida cayeron como chaparrón de invierno encima de la sábana…”
A través de las palabras, estas autoras crearon imágenes que nos permiten inferir su comprensión del mundo y la capacidad de reconocerse a sí mismas como mujeres de su tiempo. Nos preguntamos si esto mismo es posible de advertir en las obras de las artistas que hoy se reúnen en el espacio de Morar.
Mariana Berdiñas (Buenos Aires, 1964) inicia el recorrido con dos piezas escultóricas. La primera es en resina poliéster y hierro -donde la figura contempla la caída de la última hoja- mientras que la segunda, es una pieza abstracta en cemento que descansa sobre un roble recuperado. Estas obras nos permiten observar la versatilidad que como escultora aborda al momento de elegir el modo de construir la imagen.
María Marcela Fernández (Buenos Aires, 1962) ocupa el espacio en modo bidimensional y tridimensional. A través del ensamblado de pequeñas piezas que pueden resultar familiares al ojo del espectador, resignifica las mismas con el conocimiento de su profesión bioquímica y la destreza de su oficio plástico.
Raquel Kalizsky (Buenos Aires, 1948) pone literalmente sobre la mesa la imagen que los grandes pintores atribuyeron a temas tan diversos como el amor y la revolución. De hecho, sus flores evocan las rosas francesas, las rosas de York y las de Lancaster que con tanta majestuosidad supo representar Jean-Baptiste Monnoyer. Podríamos decir que su precisión matemática subyace en el modo de ensamblar rosas y espumosas a las que luego enmarca con ductilidad.
María Cristina Palliaroli (Buenos Aires, 1962) propone una obra en la que ha soldado piezas de hierro y madera recuperadas, buscando crear una imagen que materialice una noción específica del psicoanálisis. Quizás buscando un modo de hacer visible y tangible esa abstracción que en el ejercicio de su profesión la obliga a navegar por el mundo de las ideas.
Gabriela Soria (Santiago del Estero, 1967) nos acerca a una imagen de una leyenda y a través de ella, a un modo de construir mundos que sentaron las bases de nuestra identidad. La diversidad de materiales, su preocupación por la rigurosidad histórica al utilizar como recurso narrativo la leyenda genera un efecto emotivo que se hace extensivo a quienes están frente a la obra.
Mucho tiempo antes de conocerse, Raquel Kalizsky, María Marcela Fernández, Mariana Berdiñas, María Cristina Palliaroli y Gabriela Soria, desarrollaron distintas experiencias de vida. Estudiaron, trabajaron, formaron familia y crecieron en sus intereses personales. Sus caminos se cruzaron entre el ámbito académico y un taller donde, a pesar de las diferentes formaciones o quizás justamente por eso, sus miradas enriquecieron las producciones propias y ajenas.
Quizás algunas de ellas hayan experimentado ese llamado tardío que hizo de Hildegard von Bingen una consumada figura del medioevo. Quizás otras hayan experimentado tiempos de duda y aburrimiento como los que empujaron a Vicki Baum a dedicarse de lleno a la escritura o quizás todas ellas hayan construido mundos llenos de aventuras como los que Aurora Venturini supo transmitir. Cada una de estas dudas pueden encontrar certezas en las obras e incluso abrir otras preguntas que nos inviten a seguir observándolas.
Es por eso que en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Morar inaugura "Que nada nos limite, que nada nos sujete", una muestra que reúne en nuestra sala las creaciones de un grupo de mujeres que parafraseando a Simone de Beauvoir, eligieron no limitarse, no sujetarse, no definirse sino ser plenamente libres.
Cecilia Medina
Obras
Mariana Berdiñas
Cuando caiga la última hoja, escultura en resina poliéster y hierro, 2024
Alineación, escultura en cemento y madera de roble recuperada, 2024
María Marcela Fernández
Iudicium, escultura-ensamble lumínico en base de hierro, 2022
Money, relieve-ensamble, 2014
Raquel Kalizsky
Rosas y espumosas I II y III, ensambles chapa y tejido en alambre de aluminio galvanizado, arandelas, flejes de hierro, marco de madera Marupa 2022
Maria Cristina Palliarolli
Estrago materno, escultura en hierro y madera recuperada, 2014
Gabriela Soria
Kakuy, tapiz, pintura acrílica, bordado manual y escritura con bolígrafo, matriz en collagraph y papeles impresos con información articulada, 2023
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